jueves, 18 de diciembre de 2008

Portal de Babel
ANTONIO GARCÍA BARBEITO
Miércoles, 17-12-08


Se han empeñado en acabar con la Navidad y lo van a conseguir, al menos en lo oficial. Eso sí, muy en son con su doble moral, irán a las comidas «de Navidad», no renunciarán a la paga «de Navidad», seguirán haciendo regalos «de Navidad», recibiendo regalos «de Navidad» y cogiéndose vacaciones «de Navidad». Cuando aquí las hoces y los martillos no se veían bien más que en los segadores, los carpinteros y los albañiles, cualquier símbolo cristiano era sagrado. Nosotros, todos, hemos colaborado, es cierto, porque a ver qué puñetas pinta un alumbrado con figuras de renos y trineos, árboles que no son de aquí, racimos de uvas, muñecos Santa Claus y otras modernidades, si lo que se celebra es lo que se celebra, y ahí no hay más remedio que reconocerlo, aunque algunos no quieran. Poco a poco, hemos ido apartando al Niño de la Navidad hasta dejarlo, a veces, en unas hojas de acebo o dos campanas. Y aquel lema tan repetido, «Paz en la tierra», parece ya, de poco usado, un lema bélico. Si quitamos la figura del Niño y esas palabras de paz en la tierra, ¿vamos a esperar que algunos, en su fiebre laica, sean condescendientes con las figuras tradicionales?

Ya habrán leído lo que ha pasado en la Fiscalía General, que una fiscal colocó un Misterio y vino otra y mandó quitarlo. Ya ven la libertad de credo que hay aquí, que el nuestro, o el más común entre nosotros, tiene que andar de incógnito, como si el Niño-Dios fuera un delincuente y María y José, dos colaboradores del terrorismo. Vergüenza debería darnos entrar por algunos aros. En el caso de la Fiscalía, no se trataba de «imponer» sino de «poner», pero ni eso. Yo lo siento, pero no me fiaría ni un pelo de quien se ofende al ver unas figuras que representan el Nacimiento de Jesús. Ni un pelo. Como no me fiaría de quien quisiera quitarles a otras personas sus símbolos. Ya conté aquí cómo me sorprendió, en un lugar público donde amagan con cerrar la capilla, cómo un musulmán sacaba una alfombrilla y un libro, se arrodillaba y se ponía a rezar mirando a la Meca. Lo entendí, y no se me hubiera ocurrido ni llamarle la atención ni decirle a alguien que no lo consintiera. Sin embargo, unas figuras de barro que a nadie ofenden, que siempre van acompañadas de la palabra «paz», no tienen sitio entre muchos de nosotros. Pobre gente es la que se da a cercenar la inocencia de unas figuras, a decapitar la buena intención de alguien que quiere ponerle a la Navidad su símbolo.

Si no quieren Navidad, que no quieran nada de la Navidad. Que no admitan como festivo el 25 de diciembre, que construyan un Portal de Babel en el que entren todas sus figuras, hasta que nos confundamos y no sepamos ni quiénes somos, qué queremos, qué celebramos. Algunos, para estar en son con su naturaleza, lo único que van a dejar vivo del Portal de Belén va a ser la mula y el buey…

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